"El mandala es una imagen arquetípica cuya presencia está atestiguada a lo largo de los siglos.
Significa la totalidad del Ser.
La imagen circular representa la totalidad del fundamento psíquico o, para ponerlo en términos míticos, la divinidad encarnada en el hombre".
Carl Jung
Recuerdos, sueños y pensamientos.
Pags. 224 y 225.
El hombre moderno sufre por la fragmentación de su propia psiqué. En el transcurso de la vida del ser humano, muchas veces surgen símbolos, representaciones, ideas que buscan alcanzar un mayor equilibrio de la psique. Estos símbolos pueden ser maravillosamente objetivados, expresados a través de distintas técnicas artísticas. Así el arte puede ser un elemento curativo para nuestra propia psique. Una función similar cumple Sandplay, que permite que la persona proyecte en una caja cubierta con arena situaciones desconocidas, potenciales, temibles, terribles, estabilizadoras o desarrolladoras de nuevas capacidades.
Jung sostenía que la psique humana se mueve constantemente hacia la homeostasis y la integración, en un proceso que denominó individuación. La psique moviliza dicho proceso, a través del contenido simbólico de los sueños, la imaginación, las experiencias somáticas y por medio de muchas formas de arte expresivo.
Carl Gustav Jung observó en su práctica que en los sueños, visiones y trabajos artísticos de sus pacientes, aparecían espontáneamente dibujos circulares, mandalas, en un intento de promover la completud.
El sufrimiento del hombre moderno puede verse relacionado con la fragmentación de su psique. Los símbolos religiosos tradicionales resultan elementos facilitadores del reordenamiento psíquico, pues son una antigua información humana, atesorada en el Inconsciente Colectivo. Aglutinan infinitos sentidos posibles y por ello ayudan a la síntesis de los opuestos, produciendo así un efecto estabilizador, y ayudando a la conexión con el Self, arquetipo que revela la orientación y el sentido de la vida. Los mandalas son un ejemplo de estos símbolos religiosos tradicionales; como expresión del Self (centro de la totalidad de la psique). El mandala representa un punto medio que balancea e integra las polaridades.
En palabras del propio Jung “Sólo cuando comencé a dibujar mandalas vi que todos los caminos que emprendía, y todos los pasos que daba, conducían de nuevo a un punto, concretamente al centro. Es la expresión de todos los caminos. Es el camino que lleva al centro, a la individuación” (Jung, 2002a).
Mandala es una palabra sánscrita que significa simplemente círculo. Para el hinduísmo y el budismo, los mandalas son diagramas simbólicos, utilizados en ritos sagrados y también
como instrumentos de meditación. Son considerados representaciones del universo; un espacio consagrado que sirve como receptáculo para los dioses. Son un punto que permite colectar la energía del Universo. El ser humano entra al mandala
y avanza hacia el centro en busca de sí mismo, de su propio Self.
Pero los mandalas no son sólo hechos por el hombre; existen también en la naturaleza. Además de la India, han existido en muchísimo otros lugares del mundo y desde tiempos muy antiguos.
Jung llamaba a los mandalas unidades de orden. Esto quiere decir que pintar mandalas, trabajar con ellos, dibujarlos, construirlos, ordena y da fundamento a la psiqué.
Fragmento de:
Mandalas y Sandplay
Autor: Lic. Ale Santa María
Bibliografía
Jung, C.G. (2002b). Los Arquetipos y el Inconciente Colectivo. Vol. 9/1. Madrid: Trotta.
Jung, C.G. (2002a). Recuerdos, Sueños, Pensamientos. España: Seix Barral.
Kalff, D. (1980). Sandplay - a Psychotherapeutic Approach to the Psyque. Boston: Sigo Press.
Kalff, D. (1991). Journal of Sandplay Therapy, Volume 1, number 1.
Los Mandalas y Jung.
El mandala consiste en una serie de círculos concéntricos que se
despliegan a partir de un núcleo reproduciendo con ello el movimiento de la concentración y de la meditación, las sucesivas proyecciones concéntricas que se desplazan a partir de aquel centro representan a la operación específica.
Esta centralidad inherente se ha interpretado en términos budistas como un sendero que conduce hacia la iluminación porque ofrece una estructura ordenada, sintética y armónica en el
contexto de un mundo caótico y veloz. Esta relación entre el centro y la región externa-es decir, el individuo y el cosmos-propone un recorrido de lo más general a lo particular y viceversa.
Durante este proceso de redescubrimiento del núcleo y su relación con el entorno el Mandala se convierte en foco de meditación y contemplación.
Esta experiencia mental estrecha
los lazos con la realidad última porque el hacer referencia al universo en su totalidad, la existencia humana queda implícitamente comprendida en su seno.
El budismo interpreta los Mandalas como representaciones
del macrocosmo y microcosmo.
La particular característica de los diseños está basada en la inscripción de un círculo en el interior de un cuadrado que lo contiene: el centro es
el principio, el punto en el que coexisten fuerzas opuestas que lo convierten en un espacio de concentración de energía y al que el ser humano tiende incluso en forma inconsciente.
Por su parte el cuadrado
es la combinación y ordenación regular de cuatro elementos, que representa lo estático y carente de dinamismo pero provisto de perfección. Los elementos, las estaciones, las etapas de la vida humana y los puntos cardinales-nociones
que otorgan orden y fijeza al mundo-se expresan mediante la cuaternidad.
La significación del círculo mandálico describe el principio supremo que rige la acción
y el movimiento del universo.
El movimiento circular desde el punto de vista de su significación simbólica es considerado el movimiento perfecto, siendo la esfera su figura representativa.
El universo se mueve en círculos. El círculo mandálico expresa tal movimiento a partir de un núcleo central en torno al cual giran todos los opuestos: vida y consciencia, el bien y el mal, lo masculino
y lo femenino el yin y el yang. El círculo mágico, el Mandala es el origen de todas las cosas a partir de lo uno indiviso e indiferenciado, gracias al movimiento circular perpetuo, lo uno comienza a escindirse en los sucesivos pares de opuestos
que parten de ese núcleo central originario, fuente de todo lo que existe. Este centro representa al agente creador por excelencia.
Carl Gustav Jung (1875-1961) postuló que los Mandalas eran representaciones de la mente, puesto que se trataban de arquetipos en los que confluían los aspectos conscientes e inconscientes de los seres humanos. Por lo tanto empleó la pintura de Mandalas como recurso terapéutico para identificar desórdenes emocionales en sus pacientes y trabajar en procura de la integridad de la psiquis humana.
Jung consideraba que el comportamiento del individuo se formaba a partir de dos estructuras básicas de consciencia: la individual y la colectiva. La primera era el resultado de la experiencia vital de la persona en tanto que la segunda se heredaba del medio circundante próximo. Desde esta perspectiva el centro del Mandala se asociaba con la manifestación de la individualidad y los contornos representaban el marco social en el que ese rasgo único se desarrollaba.
El Mandala como símbolo
El símbolo es una unidad sintética de significado entre dos polos opuestos: lo manifiesto y lo oculto. Tras su sentido objetivo y visible
se oculta otro sentido invisible y más profundo. Unen a través de sus imágenes la vida consciente e inconsciente del individuo, a modo de integración.
Lo simbólico se puede expresar
tanto en el arte gráfico como en las formas dinámicas de las fantasías, las visiones y los sueños.
Los estudios de Jung sobre el simbolismo del Mandala lo condujeron a definirlo
como “la expresión psicológica de la totalidad del ser”.
Según Jung en el interior de la psiquis del individuo existe un núcleo relativamente protegido de la influencia de
los miedos las obsesiones u otros elementos que generan caos y malestar. De acuerdo con esta teoría, el Mandala constituye una imagen circular que detentaba un centro difusor de orden que compensa la confusión presente en el estado psíquico.
A través de ese núcleo se establece la construcción de un punto central con el que todo lo demás se relaciona.
Para Jung la producción de símbolos mandálicos es un
medio eficaz para alcanzar la unidad simbólica y le permite al sujeto llevar a cabo la conciliación entre la esfera consciente y el domino inconsciente, teniendo en cuenta que la simbolización es el mecanismo fundamental por el cual se
manifiesta el inconsciente , la producción de dibujos y creaciones mandálicas es más eficaz que el proceso mismo del análisis.
El Mandala constituye un nexo
entre la consciencia actual y los orígenes remotos de la humanidad. Su núcleo establece relaciones con todo lo circundante, determina un centro de ordenación de los elementos más allá de su función ritual, el Mandala
resulta sanador con respecto a ciertos procesos de escisión y división de la persona, pues le permite establecer las mediaciones simbólicas necesarias para alcanzar el estado de “centración del si- mismo” por ende la
autorrealización y el crecimiento personal.
Así la producción y creación de Mandalas conecta nuestra consciencia con la riqueza de nuestro mundo interior creativo, sus propias capacidades y el potencial de nuestro inconsciente.
Fragmento de:
Los mandalas y Jung
Autor: Luciana Romina Schill
Bibliografia
C.G, Jung; Whilem, R.”El secreto de la flor de oro”. Ed Paidos, Buenos Aires, 1977.
Ana Maria Pinedo. “Meditar con Mandalas”. Editorial del Club, Buenos Aires 2007.
Guido Tovanni. “Jung y Osho en torno a la existencia” Editorial Quadrata, Buenos Aires 2007.
Hall, C.S “ Fundamentos de la psicología de Jung” Editorial Psique ,Buenos Aires 1978
Comentarios recientes
04.04 | 21:36
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30.11 | 06:08
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